¿Qué información podemos encontrar de Marcos Maidana en ese espacio casi eterno de noticias e información llamada Internet?
Seguramente nos dirán que nació en nuestra querida tierra santafesina, esta tierra hermosa que fue defendida por la invencible lanza de don Estanislao, que acuno a don Carlos Monzón, que se identifica con los versos de José Pedroni y Julio Migno, que parió cantores de la talla de don Orlando Vera Cruz y que a su vez ve en el “Chino” en su futuro no muy lejano otra gloria santafesina. Otro orgullo más, en esto de ser y sentirse santafesino. También nos dirán que Marcos vio la luz el 17 de julio en un pueblo chico pero de corazón grandote llamado Margarita y seguramente harán referencia a su impresionante record, dando cuenta que en un cuadrilátero hasta el más mentado rival se le va a ser difícil soportar el rigor de sus pesadas manos.
Sin embargo yo, quisiera aportar otras cosas en este escrito, dar otra mirada del “Chino”.
Quisiera mostrar en él, una persona que si bien gusta de la cumbia santafesina sabe apreciar nuestro arte popular folclórico que esta íntimamente ligado a su historia de vida.
Es un fanático del Conjunto Ivoti, se divierte mucho cuando escucha Coco Díaz que esta entre sus preferidos; y como buen santafesino le encanta don Orlando Vera Cruz.
Este relato pretende rescatar una niñez compartida y feliz entre El Chino Maidana y quien escribe, con objeto de mostrar en su persona una construcción cultural propia de este Santa Fe interior, de un Santa Fe intimo que muchos vivimos en ese querido norte que se debate siempre entre la postergación y la esperanza y que este blog pretende rescatar en la figura de Marcos Maidana: “El Chino de Margarita”.
La niñez.
La inclemencia del verano en el norte de Santa Fe ha doblegado a muchas bohemias y viajeras almas. Sin embargo yo, que por ese entonces era apenas un niño soñaba con que llegue ese cálido enero que era el mes de mis vacaciones que regularmente las pasaba en la Estancia los Esteritos ubicada entre la ruta 11 y el camino hacia la Gallareta llendo hacia la colonia. Allí estaba mi abuelo don Arturo Maidana esperándonos como la primera vez, visitábamos a sus hijos, que a su vez eran mis tíos: don Orlindo conocido como Hucho y el tío Orlando cuyo apodo era Bejarano. Don Bejarano vivía con Olga Martínez y conformaban una familia numerosa que conoció el rigor de la pobreza digna del peón de campo cuyo oficio conocía hasta en sus más ocultos secretos. Su casa era de adobe y siempre tenia un tenue color azul que el paso del tiempo hizo desaparecer dejando solo el color del barro. Los quebrachos y algarrobos rodeaban el modesto ranchito, que tenia en frente, como reflejo de las desigualdades profundas que nuestro país todavía no ha podido superar, la gran casa del patrón, que era a su vez un amplio chalet con piletas usado ocasionalmente por los dueños de la estancia.
Allí paso su niñez el entonces hijo menor de esta familia, Marcos Rene Maidana hoy conocido por el "Chino de Margarita".El implacable tiempo fue haciendo desaparecer esta casita mostrándonos una tapera primero, luego dejando como evidencia los horcones del techo y la bomba de agua, para que el monte gane terreno dejando un paisaje agreste de lo que fuera el tiempo de una niñez perdida y feliz.
Me quedan presente recuerdos imborrables de esta infancia compartida con el Chino antes que sea el Chino de Margarita: recuerdo un caballo percheron y escuelero conocido como silleta por su deformidad en su lomo cuyo galope cansino supo acunarnos enancados por esos paisajes, el “cabezudear” en el tractor mientras se hacia la trilla del sorgo o del maíz, el arriar a terneros en la manga mientras los peones hacían el trabajo de yerra, el buscar la lechera todas las mañanas exigencias cotidianas que para nosotros eran juegos alegres. También recuerdo ese habito de atenuar el sofocante calor en el tanque australiano, nuestras excursiones de pesca al arrollo Espín, un pequeño hilo de agua dispuesto a trasformarse en un lago extenso cuando las crecidas invadían la geografía.
También recuerdo el recorrido cotidiano por esos montes y sus picadas a veces a caballo, a veces a pie en donde poco a poco el secreto que guarda cada animal nos era revelado casi sin darnos cuenta.
Hoy todo parece tan lejano y distinto que solo la magia de un chamame tristón pero maceta, tiene ese poder de devolvernos lo que el tiempo se llevo.
Llegando a Margarita
Con el tiempo el patrón proporciono una casa de material con todos los requerimientos que se necesitan para vivir dignamente. Sin embargo, poco después toda la familia se traslado al “Paraje Ñandubay” unos veinte kilómetros llendo hacia la colonia, para después pasar definitivamente a la Estancia los Cardenales a pocos kilómetros del casco urbano de Margarita. La vivienda era un caserón amplio rodeado de eucaliptos y árboles frutales en donde todavía vive el papa del chino “don Bejarano”.
Durante los primeros tiempos que la familia vivió en la Estancia los Cardenales, cuando el Chino Maidana estaba todavía en su niñez y por un hecho fortuito, yo pude forjar con él una relación más cercana. Pues yo era un adolescente y por cuestiones generacionales había tomado como compañero de salidas a Javier su hermano más grande quien primeramente fue portador del apodo “el Chino” que luego heredaría Marcos. Nosotros habíamos adquirido gusto por vagabundear en las noches de Margarita, recorriendo boliches que no eran ámbitos juveniles de música moderna, sino mas bien espacios casi siempre domingueros donde los peones de campo pasaban su tiempo libre buscando atenuar el dolor de la dura jornada de trabajo, allí jugaban al truco, billar y otros juegos que amenizan los fines de semanas de la gente de esas regiones rememorando sus vivencias de sus tareas rurales entre rizas, chanzas y lindos chamames de fondo mientras el humo del tabaco invadía el ambiente.
Durante un breve tiempo Javier se fue a trabajar al sur y en consecuencia había perdido a mi compañero de correrías, la verdad que eso no me preocupaba tanto como cruzar el cementerio que se interponía entre la casa de mi tío y el pueblo en el recorrido de ida y de vuelta en la oscura noche bohemia. Entonces decidí que mejor que nada era la compañía de Marcos, la verdad que era una cuestión de darme coraje y compañía porque no creo que ese niño como si lo podría hacer ahora, pueda ayudarme ante una amenaza seria; y la verdad que costo mucho convencer al papá que lo dejara salir conmigo.
Fuimos dos veces al boliche de Márquez con tanta mala suerte que se armo en sucesivas oportunidades dos grescas, en una estuvo involucrado un pariente que no soporto que se burlaran de su sombrero de paja. En la otra oportunidad una verdadera batalla campal se dio cita en el lugar, volaron sillas, tacos de pool, vasos y botellas hasta que la policía llego a poner orden. Por supuesto abandonamos la idea de ir al pueblo y al boliche para tiempos futuros que nunca llegaron, pues el destino le deparaba otra cosa al Chino Maidana, al cual creo haberle contagiado en este periodo de tiempo un terror casi intimo que todavía lo acompaña a poras, angueras, luz malas, lobisones y otros espectros fantasmales que conformaban el conjunto de mitos, leyendas e historias del imaginario rural.
El camino a la gloria.
Recuerdo que a pesar de ser muy chiquito a él le gustaba aprender cosas vinculadas con el boxeo, practicaba algunas cosas rudimentarias conmigo, esas cosas que todos aprendemos mirando televisión y que nos hacen creer que sabemos de este deporte.
A él le gustaba hacer guantes, visitaba y de repente paraba y preguntaba “¿puedo ser boxeador? Yo quiero boxear en Santa Fe”.
Hoy todo parece tan claro, podría contar una serie de hechos que rebelan como ese niño estaba llamado por el destino a golpear las puertas del titulo mundial. Sin embargo para mi, en ese entonces no era fácil responder a esas preguntas, a ese conjunto de aspiraciones y sueños que un chico podía tener sobre este discutido deporte. Seguramente muchas cosas han cambiado de ese niño que abandonó el norte santafesino, los paisajes y su gente, buscando el camino a la gloria.
Atrás quedo el campo, Margarita, la feliz niñez, el comenzar de su carrera, el titulo argentino amateur, el salto al profesionalismo hasta llegar a Alemania…..... todo parece haber cambiado y el mundo se estremece ante las fuerza de sus puños que implacablemente reclaman su oportunidad por llegar al titulo mundial.La última vez que lo vi fue el 17 de agosto, en la víspera de su nuevo viaje a Alemania. Lamentamos no haber podido estar en la fiesta de nuestro querido Margarita que se festeja un día antes, es la fiesta patronal en homenaje a San Roque donde el pueblo en su totalidad se da cita.
Recordamos tiempos idos y casi de repente como sin darse cuenta, como si ese niño aun viviera en él y lo invadiera por un instante, juega con sus manos a hacer guantes conmigo, pero esta vez sus golpes tenues igualmente son dolorosos, el nota ese detalle, me mira sonríe y dice: “ahora te cuesta mas hacer guantes conmigo...no?”. Es que todo parece haber cambiado en nuestras vidas, aunque yo veo algo mágicamente intacto en él; la inquebrantable humildad en su mirada que ojalá nunca lo abandone.
Javier Gastón Gómez Maidana
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